La obesidad infantil es el exceso de grasa acumulado en un niño o adolescente. En el caso de este sector de la población, la manera de valorar el sobrepeso se mide a través del percentil, según sexo y edad. A partir del percentil 75, hablamos de sobrepeso, y del 95 de obesidad. Clotilde Vázquez, jefa del Servicio de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz, comenta cómo, según se desprende de un informe realizado por la Fundación Gaspar Casal, en España la obesidad afecta a un 10% de la población de 2 a 17 años, un porcentaje que asciende hasta el 18% cuando hablamos de sobrepeso.
“Los motivos de este aumento no están claros, pero parecen relacionados con los cambios en la dieta y el ejercicio físico. En los últimos años, la alimentación de la población infantil es más rica en alimentos procesados (más calóricos)” comenta Rafael González de Caldas, pediatra del Hospital Quirónsalud Córdoba. Por su parte, Lourdes de la Bastida, nutricionista de este mismo hospital considera que ”junto con estos malos hábitos de alimentación, los niños realizan poco ejercicio físico, y cada vez tienen una vida más sedentaria”.
Este aumento de la obesidad y el sobrepeso en los niños está provocando que enfermedades que hasta ahora eran propias de los adultos aparezcan ya en la edad pediátrica. José Ignacio Perales, endocrinólogo pediátrico en Quirónsalud Zaragoza, apunta como “en la etapa infantil ya se presentan comorbilidades asociadas con la obesidad, como déficit de vitamina D, alteración del metabolismo hidrocarbonado, dislipemia, hipertensión arterial y esteatohepatitis no alcohólica”.
La doctora Vázquez señala además la aparición de diabetes tipo 2 (típica de la edad adulta), enfermedad que conlleva un factor de riesgo cardiovascular muy importante. “Comenzar en la edad pediátrica con esta carga metabólica y cardiovascular es una tragedia. Pero además, un niño o adolescente con sobrepeso u obesidad padece con más frecuencia asma, y a veces, pubertad adelantada. Sin contar la afectación psicológica y la vulnerabilidad social en unas edades en las que el acoso escolar puede hacer estragos”.
Si esta tendencia se mantiene, este problema no solo afectaría al empeoramiento alarmante de la salud de los niños y posteriormente adultos, sino que supondría un enorme gasto para el sistema sanitario.
Los investigadores de distintos CIBER (Centros de Investigación Biomédica en Red) del Instituto Carlos III, junto con otras Instituciones, publicaron en 2018 un trabajo en el que calcularon la evolución de la obesidad y los sobrecostes que esto supondría para la sanidad en 2030. Según dicho estudio, la obesidad en España afectaría a 27 millones de personas en 2030 y eso supondría un aumento de las enfermedades crónicas no transmisibles (diabetes, insuficiencia cardiaca, hipertensión arterial, ictus, dislipemia, algunos tipos de cáncer etc), con un incremento estimado del 58% en el coste sanitario.
Campañas de prevención
Tanto la doctora Vázquez como el doctor Perales aseguran que un niño obeso tiene más posibIlidades de ser un adulto obeso, ya que, en un alto porcentaje de los casos, el motivo de ese sobrepeso viene derivado de hábitos poco saludables a nivel familiar y personal y también de una cierta predisposición genética. En cualquier caso, los cuatro expertos coinciden en que hay que evitar que esto suceda y extremar las medidas a partir de la pre-adolescencia.
Los cuatro especialistas consideran que para tratar esta enfermedad es imprescindible un abordaje interdisciplinar. El doctor Perales afirma que “los profesionales de la salud debemos trabajar de forma coordinada con un equipo de nutricionistas, psicólogos, enfermeras de pediatría, pediatras de atención primaria y endocrinos pediátricos. Además, las autoridades sanitarias tienen que realizar campañas de prevención y, por supuesto, familia y colegio deben ir de la mano en esta línea, porque las actuaciones en grupo son mucho más eficientes”.
Lourdes de la Bastida asegura que para evitar esta pandemia mundial, “lo más adecuado es trabajar desde diferentes áreas como la familia, el colegio, o incluso la sociedad. La familia requiere su implicación, ya que muchas decisiones o elecciones de los niños dependen de sus padres. Desde el colegio también se pueden realizar actividades o formaciones para la prevención o evitar la discriminación de estos niños por obesidad. También se deben fomentar hábitos más saludables como la realización de actividades físicas en grupo, que además reducen el propio estigma de la sociedad”.
Alimentación sana y deporte
Los principales objetivos para abordar este problema son los que se refieren a la adecuada alimentación y a fomentar el ejercicio físico. La doctora Clotilde Vázquez subraya “la gran disponibilidad que existe hoy en día en el mercado de alimentos poco saludables. Estos alimentos son baratos, tienen alto contenido calórico, son ricos en grasas saturadas, azúcar y sal y pobres en micronutrientes”. Para el doctor González de Caldas “lo importante es acostumbrar al niño a que desde muy pequeño coma fruta, verdura, alimentos frescos, que salga, ande, suba escaleras, y pase más tiempo en parques y patios. También los padres deben limitar a sus hijos las actividades con pantallas o sedentarias”.
En este sentido, la doctora Clotilde Vázquez insiste en que “los colegios juegan un papel importantísimo en el día a día. No puede dedicarse a la actividad física solo dos o tres tramos de tres cuartos de hora escasos a la semana. El ejercicio debería ser diario, además de facilitar las instalaciones escolares para un uso fuera de las horas lectivas. Y el fin de semana, es responsabilidad familiar realizar actividades que supongan movimiento de cualquier tipo, que resulte placentero y saludable”.
El sentido común y el ejemplo también deben estar presentes para abordar esta patología. "A veces se realizan comidas distintas para el niño, y esto debe cambiar. Es aconsejable que todos coman los mismos alimentos para evitar comparaciones y generar deseo por alimentos que no se están consumiendo en ese momento”, comenta Lourdes de la Bastida.
"Julio Basulto, nutricionista y divulgador suele decir que nos preocupemos primero en no comer mal… y así comeremos bien” comenta la doctora Vázquez. “Esta afirmación tiene más miga de lo que parece. Se trata de que en la alimentación de nuestros hijos los alimentos procesados, ultraprocesados, dulces industriales, cereales azucarados, alimentos cuyos componentes principales sean harinas refinadas, grasa y azúcar , golosinas, snacks, bebidas azucaradas, zumos industriales etc., no tengan cabida más que excepcionalmente. El patrón mediterráneo de alimentación es el patrón oro de la alimentación saludable, y esto implica además de no tomar los alimentos perjudiciales, el introducir como componentes fundamentales de nuestra dieta las legumbres, los cereales integrales, las verduras, hortalizas y frutas, los frutos secos, los lácteos naturales o fermentados, pero sin azúcar, los pescados y el aceite de oliva como grasa de aderezo y cocinado. No podemos olvidar el lema de la Asociación contra el cáncer avalada por muchísimas otras instituciones: ‘Cinco porciones al día entre frutas y verduras”.
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